El pequeño y austero templo da Fonte Santa custodia las aguas milagrosas de un manantial que desde tiempos remotos han utilizado los peregrinos para curar sus heridas.
Enmarcada en el interior de la provincia de A Coruña, la localidad de Arzúa se ha convertido en uno de los rincones más significativos dentro del Camino de Santiago y en uno de los principales destinos verdes de Galicia. La riqueza natural y paisajística de este municipio coruñés permite a los viajeros disfrutar de un sinnúmero de planes al aire libre y del contacto directo con la naturaleza.
Además, también la cultura y el patrimonio histórico se presentan como dos de los grandes atractivos de Arzúa, en cuyos límites se esconden tesoros tan singulares como la milagrosa Ermita da Fonte Santa, situada en un enclave de leyenda para el peregrino rodeado por un molino y una fuente de aguas medicinales a la que se le atribuyen poderes curativos.
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Además, también la cultura y el patrimonio histórico se presentan como dos de los grandes atractivos de Arzúa, en cuyos límites se esconden tesoros tan singulares como la milagrosa Ermita da Fonte Santa, situada en un enclave de leyenda para el peregrino rodeado por un molino y una fuente de aguas medicinales a la que se le atribuyen poderes curativos.
Este templo religioso dedicado a la Virxe do Rosario conforma un auténtico remanso de paz en el que reina la quietud y el misticismo. La capilla en cuestión se encuentra cercada por una gran carballeira y frondosos bosques de ribera, con el único murmullo del río Carracedo fluyendo con fuerza en uno de sus márgenes. De hecho, se dice que tradicionalmente los peregrinos que se veían incapaces de continuar su andadura por las heridas de sus pies buscaban un milagro en este lugar. Al parecer, tras sumergir los viajeros sus extremidades inferiores en el agua de la fuente, estos podían continuar su travesía hacia Compostela sin ningún problema a los pocos días.
Una estampa idílica en el corazón de Arzúa
De apariencia sencilla y austera, la Ermita da Fonte Santa destaca por una belleza sin ornamentaciones. La estructura principal refleja un estilo rústico muy particular que se fusiona a la perfección con el paisaje natural en el que se encuentra. Sus raíces más remotas se vinculan a un convento agustino fundado en el siglo XIV del que no se conserva ni un solo resto. Por su parte, el templo religioso que ha llegado hasta nuestros días está datado en el siglo XVIII y mantiene en el presente una advocación a Nuestra Señora de la Fuente Santa, una versión local de la Virxe do Rosario.
A escasos metros del solitario edificio, en la propia ribera del rego de Carracedo se localiza la citada Fuente Santa, un manantial del que emanan unas aguas sulfurosas medicinales de carácter milagroso. De hecho, se dice que los prodigios curativos de esta fuente se deben a la intervención directa de la Virgen.
También cuenta la tradición popular que cada vez que una persona ha tratado de sacar rentabilidad a sus poderes, de la noche a la mañana el manantial ha aparecido seco para evitar sus malos usos. Algo parecido sucedía con la Fuente de Santa de Belmil, en el vecino municipio de Santiso, las cuales dejaban de manar agua cuando cualquier lugareño o forastero blasfemaba cerca de ella.
La fuente, el peregrino y la leyenda
Al manantial custodiado por la Ermita da Fonte Santa se le atribuyen toda clase de milagros y propiedades curativas. Se dice que sus aguas son sanadoras de las quemaduras, que pueden abrir el apetito e incluso hacer desaparecer las penas más profundas para sanar el alma.
De todas cuantas historias y mitos rodean a este paraje, la leyenda más popular narra cómo los peregrinos que acababan heridos tras su largo viaje acudían hasta esta capilla en busca de las propiedades curativas del manantial. Los caminantes de estas rutas xacobeas lavaban entonces sus pies con las aguas de la fuente, logrando curar enseguida sus llagas o lesiones como por arte de magia y pudiendo continuar su viaje hasta la ciudad sagrada.
Cabe recordar que en la zona de acceso a la carballeira y la ermita se encuentra un panel informativo que hace hincapié en el origen de esta leyenda y las propiedades milagrosas de la fuente. Al parecer la historia se remonta a una bruja moura que llevaría siglos enterrada en la zona, convertida en estatua de azufre bajo estas tierras coruñesas.
De hecho, la composición de la estatua de la moura sería la razón por la cual las aguas presentan un olor a podrido tan característico. También se dice que esta ermita de Arzúa fue construida para cristianizar la zona, si bien los poderes de la bruja encontraron la forma de seguir activos a través del agua.
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